viernes, 28 de octubre de 2011

EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO DOCENTE

Por Victor Luján Quispe

Cuando hablamos de “evaluación del desempeño humano” hacemos alusión al ejercicio práctico de una persona que ejecuta las obligaciones inherentes a su profesión, cargo u oficio. Dado que nuestra formación es en el  campo educativo vamos a direccionar este tema hacia la “evaluación del desempeño  docente” por lo tanto haremos referencia al proceso evaluativo de las prácticas que ejercen los docentes en relación a las obligaciones inherentes a su profesión y cargo.

Tenemos que entender que el propósito fundamental de la evaluación es mejorar la calidad del desempeño de los profesores y profesoras en todos los niveles, en función del mejoramiento de la educación; sin embargo debemos de tener en cuenta que elevar la calidad educativa no depende exclusivamente de la acción del docente  sino de la incidencia de una serie de factores externos e internos, como infraestructura, materiales educativos, nivel socio económico de los padres de familia, medios de comunicación etc.

Evaluar es emitir un juicio de valor sobre una realidad determinada con la finalidad de tomar decisiones, cuando hablamos de evaluar los desempeños docentes nos referimos a la evaluación de los desempeños profesionales del docente y esta práctica no es nada nueva en nuestro país. Se puede afirmar que la evaluación docente se acepta legalmente desde hace mas de 20 años, cuando se promulga la Ley del Profesorado 24029en el segundo Gobierno del Arquitecto Fernando Belaunde Terry). Sin embargo, ninguno de los dispositivos, por lo menos hasta hoy, plantean con claridad cuáles son las actitudes, y aptitudes que se quieren evaluar en los docentes elementos sustanciales en la práctica pedagógica considerando; por el contrario aspectos que no tienen mayor repercusión como los años de experiencia profesional, puntualidad y asistencia etc. Esta por demás decir que la evaluación del desempeño docente requiere de  mecanismos que demuestren la transparencia de los procesos, la validez y confiabilidad de los instrumentos a aplicar pero, por sobre todo, de crear un clima de confianza, honestidad, transparencia y comunicación continua y fluida entre todos los agentes educativos.

Estos últimos años se ha venido evaluando a los docentes con dos fines: en primer lugar para seleccionar a quienes se incorporen en la carrera pública magisterial en segundo lugar la evaluación para incorporar y ascender de nivel,  con el supuesto de escoger a los más competentes sin tener en cuenta, que aún no se tiene  los perfiles y estándares debidamente validados y acreditados, tanto para los docentes que  recién ingresan, como para los maestros en ejercicio, es decir; aún es tema de debate el “que debe ser”, “que debe saber” y el “que debe saber hacer” un buen docente. Estos aspectos, siempre que estén  bien definidos  permitirán poner en claro el  qué se quiere evaluar, quiénes evalúan y para qué se evalúa.

La evaluación docente no  solo es una necesidad sino la normatividad vigente así lo reconoce, los maestros no podemos  negarnos a ser evaluados, hasta la fecha la evaluación de desempeños docentes a pesar de estar planteado en las normas no ha tenido mayor operativización y se redujo a condiciones formales en el ejercicio de la docencia. Los maestros estamos convencidos de que la revolución educativa está en nuestras manos, que la evaluación es un paso para lograr la calidad-equidad-pertinencia de los aprendizajes, para hacer que la educación sea de veras un derecho y no una “estafa pública” como afirman algunos y otros los aseveran con los resultados de medición de la calidad educativa. Somos parte de ella y el compromiso es nuestro.

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